William Adolphe Boguereau |
Abel, siento decirte que me he enamorado de un esquimal.
Estos cinco días no he estado en Tenerife, en realidad estuve en
un centro marino que hay en la península pero no puedo decirte cuál porque aún
no está autorizado. Están adaptando una familia extraña de pingüinos a nuestro
clima y en el intento fenecen tantos que nos tienen prohibido comentarlo hasta
que por fin se consiga la nueva genética. La peculiaridad de estos individuos
radica en que ponen los huevos las hembras (como es lógico), y ellas mismas los
incuban ingiriendo los que no llegan a cuajar bajo un extraño ritual que
consisten en que al tiempo que se aparea, "con un león marino", el pingüino
macho le ofrece los huevos, empujándolos con el pico! ¡sí, con el pico! qué
curioso ¿verdad?
Aprovechando estas rarezas de la naturaleza… en el laboratorio
intentan conseguir una nueva especie leónidapingüina. Por el momento son
híbridos extraños los que nacen, ave y mamífero ya ves…. En fin, este no es el
tema del que quería hablarte, sino más bien de la relación entre Engué y yo.
Es el asesor personal de los pingüinos, bueno... mejor dicho, asesor
animal. No es veterinario sino un entendido en la materia. Tiene construido un
iglú en el recinto porque no consigue adaptarse a nuestras altas temperaturas.
La verdad es que se duerme bien allí dentro... entre pieles de oso polar y
almohada de plumas pingüináceas. Engué tiene una enorme caña con la que nos
satisfacemos las ansias de hambre en tan inhóspito lugar. Habla cuatro idiomas:
catalán, bable, chabacano y portugués.
Y es por eso, porque me gustan las personas distintas, el motivo
por el que me he sentido atraída por este individuo de 1.50 m. de altura que me
canta cada mañana la canción de...tu piel
morena sobre la arena, nadas igual que una sirena...
¡Me encanta…! Qué enamorada estoy. Tiene una candidez polar...
Pero lo peor que llevo son los besos.
Un abrazo de
quien fue tuya.
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