Acto primero y único
Patio andaluz sevillano de principios de siglo XX. En el lateral izquierdo,
frente al espectador, una fuente rodeada de macetones. Más al fondo, junto a
una escalera de ladrillos de barros cocidos y baranda de caracoles pintada de
verde, asoma las ramas de un ficus mientras hace las veces de parasol. Las
paredes encaladas sostienen como zarcillos decenas de macetas con cintas,
geranios, gitanillas y príncipes. En el centro del patio, hállense cuatro
mujeres: a un lado la madre, y al otro las hijas y una sobrina. Forman corrillo
en torno a un botijo verdino de agua
fresca. Es la hora de la siesta y del bordado.
(Al levantarse el
telón hay silencio en la escena que es interrumpido por una de las jóvenes que parece
inquieta.)
Joven: Yo no lo
entiendo. (Se levanta con brío y deja a un lado el bastidor). No entiendo por qué
tengo que estar bordando un pañuelo cuando no sé si algún día alguien lo usará. Vaya
costumbre más absurda la de bordar el ajuar.
Madre: Tú lo único que
tienes que hacer a tu edad es bordar y callar.
Joven: ¿Bordad y
callar? Pues no quiero estar callá y bordando el resto de mi vida.
Madre: Bueno pues
habla, pero no pierdas puntá.
Joven: ¿Qué no pierda
puntá? ¿pero qué prisa tengo? A ver, dígame usted... ¿para quién es ahora este
noveno pañuelo?
Madre: En ese vas a
grabar... Ramón.
Joven: ¡Pero si Ramón
fue el primer nombre que bordé! El segundo Leopoldo, el tercero Enrique, el
cuarto Anastasio, el quinto...
Madre: Vale,
vale...pues entonces Nicodemo.
Joven: Pero…madre
¿conoce usted algún Nicodemo en el pueblo?
Prima: Sí. El barbero
del convento, que tuvo un tío marqués.
Hermana: Pero ese está
bien entradito en años... ¡y es sarasa!
(Risas de las demás)
Madre: ¡Niñas a callar
y a bordar! Vosotras no tenéis entierro en esta vela.
Joven: Querrá decir
¡vela en este entierro!
Madre: ¡Ni vela, ni
entierro, ni niño muerto. Yo bordé casi todos los nombres del santoral hasta
que conocí a vuestro padre y nunca me impacienté tanto como vosotras!
Joven: ¿Y de qué le
sirvió bordar tantos nombres castizos... si al final se casó usted con un
polaco que no tenía donde caerse muerto?
(Todas ríen excepto la
madre, que espera enfurecida a que cansen de reír las muchachas.)
Madre: Si no hubiera
conocido a vuestro padre, bonitas urracas, no hubierais nacido ni tú ni
tu hermana. O por lo menos no seríais hija de vuestro padre, y a saber si
seríais hembras en caso de ser hijas de otro hombre. Podríais haber nacido
varones o no haber nacido, ¡simplemente!
Joven: Desde luego madre
que me ha dejado usted boquiabierta y no sé qué contestarle.
Madre: ¡Pues sigue
bordando!
Joven: ¡Eso! Que no. Que
me niego a seguir bordando. Que ya estoy harta de aguja pa´rriba y agua
pa´bajo. Si se dijera que cada pañuelo que borde a una misma persona más
probabilidad hay de conquistarle..., pues yo le bordo pañuelos, calzones, camisas,
y... por su cuerpo, en todo los rincones, así de pequeñito... (hace gesto con
los dedos) así, le bordaría las iniciales de su nombre. Pero esta vez sin
aguja, esta vez lo grabaría a bocaditos...
(Vuelven a reír todas
excepto la madre.)
Madre: ¡Esta hija mía
no tiene arreglo! Pero niña...qué poca vergüenza tienes. Una vez... ya probaste
la alpargata de esparto... pero parece que no te sirvió.
Hermana: Y cómo se reía...Le
daba usted con la parte que no dolía y... si lacia se ponía la alpargata, más
lacia se ponía la niña de la risa.
(Risas de las
muchachas).
Joven: Pero no vaya a
probar ahora con la cuña... que le leo el pensamiento. Mire, madre, ya me pueda
casar yo con un aparcero o el Marqués Mataliebre, que yo no bordo ni un pañuelo
más. El que venga a mí lo querré con lo que traiga, es decir, con todo lo que
tenga o no tenga. Ya tendré tiempo de colocar su nombre hasta en la suela de
sus zapatos. Pero yo, desde ahora, por esta que está aquí, (señala una rana
disecada dentro de una caja) prometo que no pongo sobre mi falda ni un
bastidor más. (Va al centro del patio y comienza a
dar vueltas mirando al techo con los brazos alzados) Ya la vela del patio
se recoja para que entre la luz e intente aclararme las ideas, ya refresque la
tarde y caiga un chaparrón de barro del Sahara, ya más confortada me encuentre en
este caluroso día de verano... que no me hará cambiar de opinión. Yo, desde
ahora, dejo la confección.
( Mira a su hermana y
a su prima que sonríen con la cabeza agachada sin dejar su tarea. La madre, que
taconea con una pierna a punto de ser volcán en erupción, sostiene la mirada de
la joven que, sin mediar palabra, coge su bastidor y vuelve a sentarse.)
TELÓN
3 comentarios:
Jajaja. Que buena eres en el genero teatral tb. Eso hay q llevarlo al teatro. Me pido la madre
Pues asignada para ti. Muuuuuac
Pues asignada para ti. Muuuuuac
Publicar un comentario