Adolfo
no fue muy conocido, jurídicamente no llegó a ser persona, pero
recibió el respeto y el cariño de la familia y sus vecinos.
Mi tía abuela, que ahora cumple los noventa y uno, lo recuerda como
uno de los mayores misterios de su infancia, tal la existencia del "Tío Martinito", "El Sacamantecas", "La mano negra" o el mismísimo "hombre
de la capa".
Él,
Adolfo, sin ser conocido, siempre estaba en boca de todos. Era
doméstico tema de conversación. Imagino el espectáculo
esperpéntico en su casa el día que vino al mundo. Mi tía, mujer
cariñosa, sabia y fan exclusiva de Manolo Escobar y de Dios, con una envidiable
naturalidad que demuestra nuestra substanciosa distancia
generacional, comenta que tuvo ocasión de ver a más de un Adolfo
bajo el nombre de Rosa, Manuel, Enrique o Petronila, guardando de
todos casi el mismo recuerdo.
Días antes de enterarme de estos hechos, casualidades de la vida, mi abuela paterna también estuvo recordando la existencia de un Pepe o Juan similares a Adolfo en las casas de algunas vecinas.
Y
es que... da un poco de grima seguir escribiendo sobre un tema tan
escabroso. Soy víctima de los nuevos tiempos. Así que les dejo su
imaginación para continuar. Sólo decirles que en casa de más de un
conocido vuestro habría un Adolfo o feto enfrascado en etanol, por
miedo hacia algún tipo de represalia divina o por simple costumbre
pagana.
Cómo
cambian los tiempos...¿verdad? La muerte es tan natural como la
vida, y, sin embargo, vivimos como si nunca nos fuéramos a morir.
Nos hacemos posesos de lo tangible y de lo intangible, y digo
intangible porque hay quien quiere incluso apoderarse hasta del
pensamiento de la persona a la que se supone que ama. Y no digamos del pánico que nos da hablar de ella...cosa que antes se hacía con total naturalidad.
Adolfo
estuvo expuesto, dentro de su frasquito en el mueble bar a la vista
de todos, hasta el día en que lo enterraron junto a su hermana tras
una muerte prematura. Así descansarían acompañados.
La vida lo contempló y se hizo amiga de la muerte. Pero eran otros tiempos, como digo. Ahora nos dejamos llevar por creencias irracionales, por complejos, por los celos, por el qué dirán... Trivialidades que nos paralizan y, mientras, la vida pasa y nosotros nos enfrascamos como Adolfo pero con la diferencia de tener la oportunidad de romper el cristal y hacernos amigos del proceso vital gozando de las miles de oportunidades que se nos brinda para ser feliz. Teniendo gente que te quiere , aire para respirar y alimento, ya uno debe sentirse feliz. Lo que venga ha de venir. Donde abunda el hambre lo saben bien.
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